NADIE ME DEJA HABLAR
¡No se imagina doctor lo que fue haber tenido la obligación de hacerme cargo de todos ellos y que ninguno la dejara hablar a una!, primero mi cuñado Leo que se me venía a tirarse lances cuando Oscar, mi difunto esposo, estaba en el trabajo, ahí es cuando empecé a ir al taller, para que ese Leo no me moleste más, yo le cebaba mate al Oscar y él me enseñarme la mecánica, ¡justo a mí de mecánica!, porque ese Leo, hasta los treinta y dos años vivió con su madre y creyó que por pasarle algo del sueldo a la vieja, que no era poco lo que le pasaba porque ganaba muy bien en la compañía de seguros, estaba seguro que con esa plata su madre era feliz y la pobre vieja se dedicó a atenderlo como lo había hecho antes con su difunto esposo, sin ver un médico en su vida, me refiero a su difunto esposo, por eso empeoró de los riñones y no se cuidó la diabetes, le avanzó la artrosis, me refiero a la pobre vieja y no sé por qué se le hinchaban las piernas que parecían dos patas de elefante al punto de tener que arrastrarlas y siempre cocinando y lavando y limpiando sin ver a un médico hasta que empecé a visitar al Oscar en su casa y de a poco la convencí de que vaya al mi médico, que yo sin tener nada más que lo que cualquiera tiene y que por precaución una se hace un chequeo para estar tranquila, que se yo, una gripe, sinusitis, hasta que me agarró esa descompensación de no se qué de la psiquis y me internaron, ¡pero dos o tres semanas no más, no vaya a creer!, como para que los médicos controlen mi psiquis periódicamente más que por la gravedad en sí, si ni siquiera me llevaron a terapia intensiva, pero fue un error el haberme internado porque al salir del hospital es cuando empecé a estar más nerviosa, y con lo del accidente donde el que murió fue mi esposo y Leo perdió las piernas nomás, a ese Leo se le vino el mundo encima ¡claro, al señorito se le terminó la joda!, chau al café con los amigos, a los clubes nocturnos, ni siquiera lo ayudaba al Oscar con el auto que era su metejón, el de Oscar, cuando terminaba el trabajo del taller el Oscar le decía a Raúl, Raúl es el dueño del taller y lo quiere como a un hijo al Oscar... mejor dicho lo quería, le preguntaba el Oscar si podía quedarse a terminar el auto, lo quería a punto para la carrera de TC y cuando le hacía un arreglo en el carburador o el diferencial nos llevaba a probarlo, fue con Leo el día del accidente en el autódromo porque yo iba a lo de mi amiga Lucy y ahí por suerte se terminó lo del acoso de Leo que, disculpe usted que una parezca mala, pero justo se mata Oscar en el accidente y Leo pierde las piernas y se quedó en el molde pero tuve que alojarlo a él y a su madre, o sea a mi suegra, en mi casa, que la pobre ya venía mal desde hacía rato y la muerte del Oscar terminó por desequilibrarla del todo a la pobre vieja, aunque no era tan vieja, parecía mayor y de yapa sus últimos días los pasó en silla de ruedas y como usted ya sabe doctor, la manzana podrida es la que pudre el árbol, algo así de la manzana lo dice muy bien Bioy Casares en un libro que leí y yo preferí, pese al dolor de todos, extirpar la manzana podrida que había en casa y como dice el dicho: el que calla otorga, pero no es lo mismo estar callada a que que no la dejen hablar a una, ¿qué hace una con quienes la atormentan a una y a la vez una se siente en la obligación de cuidar de ellos? ¿cómo puede ser que yo pierda mi vida atendiendo a quienes me dejaron sin mi marido doctor?, con gente que no sabe lo que hay que hacer en mi casa ni puede hacerlo.
Señora, hay momentos en la vida en que uno sucumbe.
Sí doctor pero antes del sucumbio hay que tomar decisiones drásticas ¡y yo las tomé!, la vida es como un río: con remolinos, cascadas y remansos, y una pasa de un sitio a otro sin saber cual será el próximo ni el último, las circunstancias hicieron que mi casa se transformase de un día para otro en un sanatorio en el cual fui médica, enfermera y mucama, me vi obligada a internar en mi casa a gente que yo no elegí para vivir, yo había elegido al Oscar para vivir, no a su familia ¿me entiende doctor? y de un día para el otro me encuentro a entera disposición de ellos todo el tiempo, sin quedarme siquiera unos minutos para tomar mate en el jardín, que dicho sea de paso se llenó de yuyos y se me secaron las plantas por falta de cuidado y todo por atenderlos a ellos, siempre cambiándolos, dándole de comer y constantemente con ese olor ácido amargo en la ropa y en la piel y mire que los rociaba con desodorante de ambiente para que huelan menos repugnantes, pero nada, esa historia duró lo que duró el dinero de la venta de la casa de ellos, porque con el Oscar vivíamos al día, pobre, no me dejó ni un peso, cuando se terminó ese dinero fue cuando me tuve que poner drástica y dejar los sentimientos de lado doctor, yo tenía que buscar trabajo y no los podía dejar a ellos en mi casa doctor.
Señora escúcheme un minuto,
¡Pero doctor déjeme hablar no me interrumpa! al final la única que me escuchaba era la Lucy hasta que le conté lo del accidente.
¡Señora que se me termina la paciencia! usted está acusada de...
¡¡Doctor!! usted también está mal como estaban ellos, yo le recomendaría un siquiatra.
¡Basta señora! que yo no soy médico y usted no está en un sanatorio, esta chaqueta con charreteras le afirma que soy oficial de policía, este edificio es una comisaría, su abogado está por llegar, tenga paciencia y por favor haga silencio.
¡Ve que tengo razón! que nadie me deja hablar.
Otro desenlace:
usted está acusada de triple homicidio premeditado, y…
¡¡Doctor!!, usted también está mal como estaban ellos, yo le diría que vea a un siquiatra.
¡Basta señora! ¡que se me termina la paciencia!, yo no soy doctor, esta chaqueta con charretera le confirma que soy oficial de policía. La noche en que usted iba a visitar a su amiga Luci llamó a un taxi, mientras lo esperaba habló con su esposo y él le dijo que no vaya porque ya cerraba el taller y salía para su casa, entonces usted llama a Luci desde el taxi para avisarle que no va a verla y le dice al chofer que la lleve hasta la calle del taller de Raúl, se baja en la esquina y le dice que la espere unos quince minutos, cruza la calle en diagonal para despistar al taxista y entra sin problema porque usted tiene llave, cambia las pastillas de freno nueva por las viejas que su esposo acababa de sacar y estaban tiradas en un rincón donde amontonaban desechos, pero quizá por el apuro usted se olvidó de esconder las nuevas que dejó en el banco de trabajo manoseadas de grasa; a partir de esas pastillas de freno sin uso y sucias de grasa se despejó la investigación sobre el accidente en el autódromo, usted conoce bastante de mecánica porque frecuentaba el taller, como acaba de contar, y su esposo le explicaba lo que hacía en el auto cada día, por lo cual no podía haber salido a probarlo con pastillas de freno gastadas; cuando se encontró a cargo de su cuñado y su suegra…
¡Pero doctor, ¿qué dice? qué me engañaron como los del hospital!
¡¡Silencio señora!!, su abogado está por llegar, tenga paciencia.
¡Ve!, ve que tengo razón, que nadie me deja hablar.
Hugo 08